10/10/11

Aterrizando en San Francisco

Primer susto en París: 
- En las pantallas de información del vuelo aparecen los nombres de varios pasajeros, entre ellos el de George. Qué pasa? nadie sabe nada, nadie nos informa. Finalmente y después de unos minutos de nervios averiguamos que solo le piden una dirección de dónde se va a quedar en San Francisco; menos mal!
A las tres de la tarde poníamos rumbo al oeste. Sobre las cuatro nos dan la comida, bastante buena, primer plato, segundo (a elegir), postre, café y la bebida que quieras. Escogimos un vino tinto francés (ya puestos).

El vino hizo que las dos horas siguientes nos fueran más llevaderas debido a la siesta que nos echamos.
A mitad de vuelo, teníamos a nuestra disposición en uno de los laterales del avión, bebidas, sandwiches, galletitas saladas y lo mejor..... unos helados Haagen Dazs que estaban de vicio.
Las horas pasaban pero por nuestra ventana siempre veíamos el sol. Incluso cuando mi reloj (aún con la hora española), marcaba las once y media de la noche, era surrealista mirar por la ventanilla y ver cómo brillaba el sol.
Dando uno de los paseos por el avión, nos acercamos a una ventana y vimos un paisaje espectacular. Primero creímos que era Groenlandia, pero un pasajero americano nos comentó que había hecho esta ruta varias veces y eso era el norte de Canadá. Ahí fue cuando caímos en la cuenta de las horas que realmente llevámamos a bordo.
Finalmente a las 5 de la tarde, hora local, llegamos a nuestro destino, con una sorpresa muy especial. El comandante dice por megafonía: "señoras y señores el Golden Gate a su izquierda".












































Y por fin llegamos a la ciudad, encontramos nuestro hotel y cansados pero muy contentos por estar ya aquí, decidimos dar una vuelta.
Aquí ya es de noche son las 7 de la tarde y la primera impresión que nos causa la ciudad a pie de calle es muy peculiar; huele raro. Una mezcla de olores y de estilos de vida. Olor a comida rápida, café expresso, perfumes de lujo que se mezclan de repente con olores a marihuana, suciedad y como dicen aquí "homeless" o sin techo. Están por todos lados y hacen de la noche su refugio.
Para nuestra suerte nada más salir del hotel nos cruzamos con el mítico tranvía clásico de San Francisco y pudimos observar cómo funcional el rudimentario sistema de "darle la vuelta" al tranvía.


Y por hoy no podemos más, son ya más de 24 horas las que llevamos en pie y nos empieza a pasar factura. Mañana será otro día, que por lo que vemos en las noticias de la tele, será lluvioso y nublado, lo que quizás haga de nuestra visita a Alcatraz algo más especial.