Ayer nos despertamos en el pueblo de Tuba City, a medio camino entre Monument Valley y Grand Canyon. Tuba City, es un pueblo de navajos, con hoteles de navajos, con horarios de navajos (allí era una hora más de lo que marcaba mi reloj) y con precios de navajos. No nos quedó más remedio que alojarnos en el único hotel de la ciudad, caro, pero con un muy buen desayuno (George lo pasó pipa con sus huevos fritos, puré de patatas y salchichas)
Once de la mañana, entramos por el lado este del Cañón, el llamado Desert View, sin duda la primera toma de contacto es impactante. Da la impresión de que estamos viendo una foto gigante, lo espectacular es cuando miramos hacia abajo, y vemos el río colorado, entonces nos damos cuenta de las dimensiones que tiene este gigante.
Después de hacer varias paradas por miradores, llegamos al camping (íbamos sin reserva pero con optimismo, como nos había pasado en Zion), por el módico precio de 18 $, plantamos nuestra tienda, después de que George invitara amablemente a salir de nuestra parcela a unos invitados muy especiales que campaban a sus anchas (de hecho, después de montar la tienda, vinieron a catarla directamente!!)
Cogemos el mapa del parque, mapa de rutas y nos disponemos a hacer una marcada como difícil y en el siguiente tramo como extrema, allá vamos ingenuos de nosotros. Ya sabíamos que el Gran Cañón era inabarcable, pero nosotros queríamos un trocito. Y allá que nos pusimos a bajar por la ruta llamada Bright Angel, y baja, y baja, en zig-zag por la ladera de la montaña, y aquello que no dejaba de bajar y yo a cada paso pensaba: “que luego hay que subir…”. Después de hora y media de bajada, decidimos que ya estaba bien, era imposible intentar llegar abajo del todo, porque el trayecto dura unas diez horas, y nos pareció el momento adecuado a nuestras fuerzas y a la idea que llevábamos del trail. Nos dimos vuelta y en dos horas, después de descansar bastantes veces, dado que hay tramos bastante empinados, llegamos arriba.
Esto es una vista desde arriba, de parte del trail que hicimos, es todo ese caminito que se ve zigzagueando por la ladera, y cada uno llega hasta donde puede.
Sin prisa pero sin pausa, decidimos seguir viendo cosas, pero en vez de andar tanto, coger el bus del parque (les llaman shuttle), son muy útiles, recorren los parques por los miradores, los inicios de las rutas a pie, para que no tengas que llevar tu coche y cada 10 mínutos más o menos, pasa uno.
Nos paramos en todos los miradores, y cansadísimos nos fuimos a dormir, bajo un cielo increíblemente estrellado y escuchando ya de lejos a los “amiguitos” de George.
Qué bien dormimos esa noche, el suelo era perfecto y el camping muy bonito.
Nos levantamos, recogimos la tienda, y nos fuimos directos al aeropuerto del Grand Canyon, en el pueblo de Tusayan. Teniamos muy claro que queríamos hace una excursión en helicóptero por el Grand Canyon. Fuimos sin reserva, otra vez, y otra vez nos acompañó la suerte. No solo había sitio, sino que, por no sé exactamente qué razón, nos subieron de categoría de helicóptero, y fuimos en uno mucho más grande y mejor de lo que habíamos contradado. Nos pesaron y después de juntarnos con 3 franceses, sorpresa!!, nos ponen delante con el piloto, jaaaaa!!!!!!! Y además, nuestra primera vez en helicóptero!!!, mola mucho mucho, aunque reconozco que en algún momento me agarré a la puerta, porque aquelló tembló un poquito.
Lo que pasó después, no se puede explicar, simplemente decir que no hay color por muchos miradores que se visiten, por muchas rutas a pie que se hagan, con verlo desde el aire. Allí la perspectiva cambia totalmente. Imperdonable estar allí y no hacer esta excursión. Fue caro pero no nos arrepentimos en absoluto. Todavía se me ponen los pelos de punta al recordarlo y creo que hay algún vídeo en el que se me ve soltar la lagrimilla de emoción.
Llegamos por la autopista a Seligman y ahí nos desviamos para coger parte de la famosa ruta 66 hasta el pueblo de Kingman. Decir que estos pueblos (sobre todo Seligman), son muy curiosos porque es como volver a los años 50 en la ruta 66, pero en plan turístico cien por cien.
En Kingman paramos a comer en el famoso restaurante Mr. D’z (que casualidad), ambientado en los típicos restaurantes años 50.
Y justo al ladito nos hicimos unas fotos con la famosa locomotora Santa Fe (impresionante lo enorme del bicho).
Una de las cosas que más me gustó de la ruta 66 fue que nos cruzamos varias veces con el tren, bueno, no exactamente el concepto que tenemos del tren. Como ya dije varias veces, estos yanquis lo hacen todo a lo bestia, y el tren en cuestión se compone de unas 3 a 5 locomotoras y creo que más de 100 vagones (llegó un punto en que perdí la cuenta), cada uno de ellos portando unos contenedores como los de los barcos. Alucinante.
Comparación entre nuestro gran coche y el coche más común por aquí |